Aquí os dejo una "valoración crítica" que hice de la columna de Rosa Montero titulada "Basta ya" (y publicada el 17 de septiembre de 2013). ¡Espero que sea de vuestro agrado!
Y, recuerda, si cicatriza es buena señal.
Y, recuerda, si cicatriza es buena señal.
Creo que vamos
en dirección contraria. Quizás nos deberían llamar kamikazes. Deberíamos
replantearnos la situación. Vamos hacia una muerte –casi– segura, y seguro que
explotamos como esas personas que se autodenominaban granadas en ese libro de
ese tal Jhon Green.
Me he equivocado
de época, mamá. He nacido después de lo previsto. Debí nacer hace unos dos mil
quinientos años, que se dice pronto, claro. Debí haber vivido en esa época en
la que las plazas de toros actuales recibían el nombre de anfiteatros, y lo que
dentro lucía no era un espectáculo de sangre y dolor, sino más bien
espectáculos teatrales, representaciones de algo ficticio. ¿O es que el dolor
que sienten los animales es pura ficción y nos quieren hacer creer lo
contrario? No, estoy segura de que no. Lo puedo ver en sus ojos, en sus
vísceras, en su sangre. Sangre que no deja de salir, y que como salvajes buscan
sin piedad clavándole banderillas al pobre animal hasta darle muerte.
Porque claro, el
hombre de nacionalidad “equis”, de etnia “y” y de religión “z” que mató a la
hija de la Concha en un trágico accidente de tráfico, es un asesino; pero el
torero que presume de cuerpo embutido en un traje de luces ridículo con capa
roja en mano izquierda y banderillas en mano derecha es todo un campeón, un
héroe, un personaje incomparable.
Como venía
diciendo, parecemos suicidas. Dejamos torturar y morir a otros seres que lo
único que hacen es luchar por su vida en una batalla perdida. Y los que
realmente nos vamos muriendo poco a poco somos nosotros. Matándonos entre sí.
Asesinando la justicia. Ejecutando la RAE, madre nuestra. Vomitando nuestra
cultura, atragantándosenos en tradiciones y fiestas como la tauromaquia.
Envenenando nuestro país.
Pero claro, hay
que ser coherentes y pensar antes de mostrar nuestra opinión: cuando se trata
de 50.000€, matar a Cecil, el león más bello de Zimbabue pierde importancia.
Incluso encontrarlo desollado y decapitado, ¡qué más da! O, ¿qué importan 300€
ante el placer inexistente de maltratar a un animal doméstico? O el hecho de
vivir en Texas y ganar 100.000$ en una pelea de perros y que, posteriormente,
vengan a matarte y atar a tu esposa y tus hijos. O echar a dos gallos a pelear
con ganancias económicas como único fin.
Y es que,
desgraciadamente, aunque hayan trastornados que realmente se refugien en el
sufrimiento ajeno como único medio para hallar placer, la mayoría de veces, el
maltrato animal viene acompañado de una cifra económica interesante. Porque,
creo que ni los toreros viven del aire, ni las plazas de toros se construyen
con polvo de estrellas, ni siquiera el chico que te está vendiendo la entrada
hacia ese festejo se alimenta de piedras.
Y, puede ser,
que como el dinero fluye cíclicamente en la sociedad, el dinero que ganó el
hijo del dueño del pitbull en aquella pelea canina, sea empleado para comprar
un videojuego donde matar a una anciana te duplica la puntuación y te hace
sentir realizado.
Y luego te sale
un anuncio o un tráiler de película posiblemente taquillera que te dice
“cultura española”. Te paras a reflexionar en esta un momento y entonces
sollozas con desespero y desilusión.
En conclusión,
la violencia lleva a la violencia. Y no hay más.
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